Por Beatriz Rucabado. EL MUNDO. Aspira al Premio Max por la composición de 'Gelajauziak'. Profesor Superior de Música y doctor en Etnomusicología, Sabin Bikandi (Galdakao, 1965) conoce a fondo las reglas del lenguaje musical. Tanto como para poder presumir, entre sus habilidades, de la capacidad de llevar a cabo buenas «falsificaciones de cosas antiguas y tradicionales». Como miembro fundador de Aiko Taldea, Bikandi conoce también a fondo la importante relación entre música y danza. Ambos conocimientos los puso en juego en un trabajo junto al músico Xabier Erkizia y el coreógrafo catalán Cesc Gelabert, con quienes puso música al espectáculo escénico Gelajauziak, de la compañía Kukai Dantza. El resultado, junto al éxito de público, ha cosechado también varias nominaciones a los Premios Max de las Artes Escénicas -a la espera de la decisión final el 18 de mayo en Barcelona-, entre ellas la de Mejor composición musical.
La partitura, escrita «al alimón» junto a Erkizia y Gelabert, acompaña a un espectáculo coreográfico que se inspira en varias danzas sociales del País Vasco. Dantza jauziak, jota y fandango tienen presencia en un espectáculo con un estilo de baile que Bikandi define como «muy pegado al suelo» y muy tradicional, que además recupera «las funciones originales de la danza: la comunicación». «En los jauzis el que baila es un grupo; todos los dantzaris se juntan en círculo e interactúan», indica. Este sentido de grupo, que a veces parece difuminado en el ejercicio actual de las danzas, retoma su fuerza en esta pieza en la que, dice Bikandi, «hay de todo, desde pasajes con emulación, desafío, cooperación...». Un espíritu, el grupal, presente también en la jota y fandango, del que el espectáculo reivindica el carácter de baile de pareja. «La jota y el fandango ha sido un baile erótico por excelencia para la mayoría de nuestros entornos», explica.
La parte coreográfica esconde, a juicio de Bikandi, «muchas joyitas» y elementos «de lo más viejo, puro y tradicional», de los que Gelabert se embebió antes de diseñar la coreografía. Del mismo modo, también la parte musical, elaborada en un «proceso muy creativo» en estrecha colaboración con el coreógrafo -«es un hombre con las cosas muy claras en lo musical, y sus ideas a veces son distintas a las nuestras, pero eso te abre caminos», dice Bikandi- bebe de las tradiciones. El resultado es, a juicio del músico, un trabajo «muy tradicional y muy contemporáneo», conceptos ambos que, reivindica, no son en absoluto contrapuestos.
«Yo soy un tamborilero que toca un txistu de tres agujeros y un tambor, y aunque los primeros tamborileros contratados en Bilbao son del siglo XV, estamos muy vivos; mi trabajo lo considero tan contemporáneo como el del que hace las cosas más raras en la pared», resalta Bikandi, quien recuerda, en este sentido, que «hay cantidad de cosas antiguas que se han perdido», y no sólo en el campo de la música, y que, por ese mismo motivo, recuperarlas es de lo más novedoso.
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